¿Cómo evitar que tus dispositivos inteligentes te hagan (emocionalmente) menos inteligente?
- 1 feb 2018
- 4 Min. de lectura
Mirrors on the ceiling,
The pink champagne on ice
And she said, 'we are all just prisoners here, of our own device''
Hotel California - The Eagles (Don Felder, Don Henley, Glenn Frey)

¿Pantallas o personas?
“Nada, que el martes en la reunión para presentar mi propuesta de proyecto de mejora, me sentí como Juan el Bautista, predicando en el desierto” me comparte Carlos en nuestra sesión de coaching semanal. Le pido que me describa tanto su propio sentimiento como la similitud que él ve entre la reunión y este relato evangélico de San Mateo. “Pues me sentí - y me sigo sintiendo - frustrado por no lograr ser escuchado. ¡Caray!, habría preferido encontrar una fuerte argumentación que propiciara el intercambio de ideas y perspectivas para enriquecer mi propuesta; pero no, lo que encontré fue indiferencia… como si mi proyecto y mi persona fuéramos poca cosa para merecer la atención de los participantes. La situación me parece idéntica a la de la prédica en del desierto, sólo que la arena y la maleza de las dunas desérticas fueron sustituidas por las laptops y los celulares en los que estaban absortos los participantes” concluye Carlos. Era evidente que su frustración iba acompañada de una gran indignación.
¿Realmente estamos mejorando nuestras vidas?
Justo en las recientes festividades decembrinas en las que a la par de celebraciones y buenos deseos asomaba la nostalgia, recordaba las juntas de trabajo de la época pre-digital, como si yo mismo hubiera vivido en el “neolítico industrial”. Todos los asistentes acudíamos a las reuniones armados con una libreta, una agenda o, en el mejor de los casos, un planificador Franklin Covey; escuchábamos atentamente a quien tomara la palabra y nos esforzábamos por no perder detalle anotando temas, datos y acuerdos, los

cuales se iban construyendo gracias a la dinámica sucesión de preguntas y respuestas nutrida naturalmente a su vez por la interacción persona a persona “en vivo”. Me parece que, como la gran mayoría de las innovaciones tecnológicas, no vimos venir las implicaciones sociales y emocionales que incidirían en nuestro comportamiento. Es indiscutible que debemos apoyar el desarrollo de nuevas tecnologías computacionales que nos permitan expandir nuestro entendimiento del universo y la vida, convirtiéndonos en mejores seres humanos, en mejores personas. Sin embargo, la antropóloga estadounidense Amber Case(1) ya nos advertía en un aparentemente lejano 2010 “cómo los humanos estábamos dejando en manos de la tecnología demasiadas cosas importantes, como la capacidad de memorizar, de recordar, de comunicarnos, de empatizar.” Y me pregunto ahora que Whatsapp, Facebook e Instagram son inevitablemente omnipresentes, ¿qué estamos dejando fuera de nuestras vidas? ¿Los seres humanos estamos dejando de ser humanos? ¿En quiénes nos estamos convirtiendo?
La paradoja de la Alta Tecnología – Bajo Contacto
Al respecto, el Dr. Jim Taylor (2), profesor de psicología en la Universidad de San Francisco
y autor entre otros libros de Raising Generation Tech: Preparing Your Children for a Media-Fueled World (aún sin título en español), señalaba también a principios de esta década que el uso de dispositivos - como por ejemplo los audífonos – nos permiten concentrarnos en escuchar nuestra música favorita sin interrupciones ni interferencias pero también “pueden permitir a las personas evitar el involucramiento con los demás. Ya sea por incomodidad social, temor al rechazo o un sentimiento de no encajar, cuando la gente usa sus audífonos no tiene que interactuar con otros y puede sentirse segura que otros no intentarán interactuar con ellos.” El Dr. Taylor va más a fondo y toca, a mi parecer, la raíz del asunto: “Paradójicamente, cuando las personas se aíslan de ellas mismas y de aquellos que les rodean, terminan evitando lo que todos anhelamos: la felicidad. El creciente cuerpo de investigación que estudia la felicidad y el bienestar ha encontrado que el mejor predictor de la felicidad es la calidad de las relaciones que tenemos.” La autoconsciencia y el autoconocimiento también contribuyen a nuestro bienestar y sentido de propósito, desafortunadamente ambos son inhibidos por las constantes distracciones de nuestros dispositivos electrónicos conectados a las redes sociales; la abrumadora exposición a éstas últimas impide lograr una conexión significativa tanto con nosotros mismos como con nuestros semejantes. Amber Case por su parte refuerza esta postura cuando nos recuerda que la sensación de estar conectado puede resultar en un espejismo peligroso. El sentirse solo y al mismo tiempo sentirse parte de una colectividad obliga a encajar en las redes, “contarle a todo el mundo lo feliz que aparentamos ser. Pero no es auténtico, nadie se

acuerda de ti cuando no publicas en redes. Como en Hollywood, sin una película de éxito no existes; en redes, si no publico, no le intereso a nadie.” Publico, por lo tanto existo, parece ser la premisa que valida el sometimiento de nuestra existencia a las redes sociales y, peor aún, el encumbramiento de éstas como sustituto del concepto descartesiano de la razón como la única forma de encontrar la verdad. No puedo menos que coincidir con Case en cuanto a revisar nuestra propia relación con la tecnología como herramienta – muy útil, sin duda alguna – cuya función debe ser contribuir a hacernos libres y lograr un mayor bienestar. Hemos acortado las distancias y por lo tanto los tiempos para lograr comunicarnos con nuestros semejantes; paradójicamente también nos estamos desconectando de nosotros mismos y de otros seres humanos.

¿Qué podemos hacer?
Case recomienda volver a los básicos, como los encuentros cara a cara o, por lo menos, las conversaciones telefónicas; buscar espacios de reflexión, recordar quiénes somos y para qué estamos aquí. Y la sugerencia que más me gusta: “No mandes mensajes vacíos de emoción, invita a tus amigos a tu casa a cenar.” Yo agregaría: observa y escucha a quienes dirigen y participan en las reuniones de trabajo a las que asistas. Menos dispositivos y más experiencia humana. Sólo así podremos conectarnos con nosotros mismos y con ellos y tomar mejores decisiones.
Para saber más:
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