La felicidad: ¿un imposible necesario?
- Héctor Reyes
- 18 ene 2022
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 26 ene 2022

Recién comenzó el año y seguramente aún resuenan en nuestra mente los buenos deseos de familia, amigos y compañeros del trabajo: “¡felices fiestas!, ¡feliz año nuevo!, ¡feliz 2022!
Más allá de los convencionalismos en los que incurrimos invariablemente en cada temporada navideña, ¿nos estaremos condenando repetida e irremediablemente a perseguir una utopía?
De algún tiempo a la fecha estimados lectores, yo venía ya anidando la sospecha de que la felicidad, hoy por hoy, está sobrevalorada. Demasiado sobrevalorada, diría yo. Y justo llega a mis manos una entrevista publicada por BBC News Mundo al Dr. en Psicología Edgar Cabanas quien es profesor e investigador en la Universidad Camilo José Cela y en el Centro de Historia de las Emociones del Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano en Berlín.
Una promesa trampa.
De acuerdo con el Dr. Cabanas, parece que hoy más que nunca estamos obsesionados con la felicidad y la promesa de los gurús, los libros de autoayuda y los coaches de la felicidad de que, “si queremos, podemos” tener una vida mejor, más feliz, más plena. Ser feliz es la meta, el propósito de nuestra existencia y por lo tanto rechazamos todo aquello que consideramos negativo en nuestra vida: tristeza, enojo, frustración, dolor.

La idea resulta extremadamente atractiva ya que crea la ilusión de empoderarnos totalmente para lograrlo: Mi felicidad depende de mí; sin embargo, Cabanas señala que ésta es una promesa trampa: y por lo tanto si no logro alcanzarla es completamente mi culpa, ignorando por completo mis circunstancias. Nada más lejos de la realidad pues, como diría el filósofo alemán Dilthey, “la vida es una misteriosa mezcla de destino, azar y carácter.”
Así, la trampa se cierra en un círculo vicioso ya que es una promesa inalcanzable (puesto que es un proceso sin fin y no se elimina el papel que juegan las circunstancias de cada persona), generando culpa, frustración y fracaso, alimentados por creencias tales como “si tú quieres, tú puedes” o “depende de ti, solo de ti”.
La vida plena es un proceso.
El psicólogo humanista Carl Rogers propuso en El proceso de convertirse en persona, que “el objetivo más deseable para una persona (en la consulta psicológica), a sabiendas o inconscientemente, es llegar a ser ella misma."

Rogers señala que hay una relación entre la conquista del sí mismo genuino y un estado de vida plena; en su experiencia con consultantes que han alcanzado tal estado, no percibe que éste se traduzca en una disminución de tensiones en la vida; la felicidad, por tanto, es solo un aspecto de la existencia humana, y ésta no puede (ni debe) reducirse a una faceta. El dolor, la ansiedad, la tristeza, la frustración, si bien no son agradables, sí son partes ineludibles de la experiencia humana y tienen una función en dicha experiencia, por lo que no tiene sentido hablar de emociones positivas o negativas y mucho menos pretender eliminarlas.
La felicidad como proyecto de ser, no de tener.
Rogers trata de hacer una descripción de ese estado de vida plena, anotando: “Una vida plena es el proceso de movimiento en una dirección que el organismo humano elige cuando interiormente es libre de moverse en cualquier sentido.” Este proceso de movimiento llevará a la persona a conseguir “ser más” y ser “ella misma”, convirtiendo el “yo ideal” en el “yo real”.

La persona siempre tiene la posibilidad de “llegar a SER más”, si bien esta esperanza se encuentra con frecuencia amenazada por las incertidumbres del futuro y las propias resistencias o limitaciones internas y externas y es precisamente esta posibilidad la que da sentido a la existencia humana, brindándole al mismo tiempo múltiples momentos de alegría, satisfacción y trascendencia.
Felicidad y trabajo: ¿otra utopía?
Recientemente me encontraba facilitando una sesión de grupo de análisis y debate con un equipo de trabajo de una empresa cliente y como parte de la dinámica solicité a mis participantes que definieran un trabajo ideal; alguien que se aventuró a proponer: “aquél en el que te paguen por no hacer nada”. Fuera de la efímera satisfacción experimentada en el día de pago, no veo mayor contribución de este “trabajo ideal” a una vida plena. Por otro lado, si recurrimos a la definición más simple, el trabajo se refiere a la prestación de una actividad que produzca un bien o servicio a cambio del pago de una contraprestación económica; por tanto, la expectativa de mi participante de recibir una remuneración por no hacer nada queda completamente fuera del ámbito laboral.

De este modo, carece de sentido hablar de un trabajo sin retos, sin plazos que cumplir, sin estándares que alcanzar e incluso, superar, sin errores ni conflictos entre jefes y colaboradores y entre compañeros, ya que estas situaciones están presentes no solamente en los ambientes laborales, sino prácticamente en todas las interacciones humanas como los juegos y los deportes, por ejemplo.
Implementación de la NOM-035 ¿amenaza u oportunidad?

Pertenecer a un entorno organizacional favorable es una legítima aspiración para cualquier persona; al mismo tiempo, con la implementación de la NOM-035, las empresas e
instituciones de nuestro país tienen frente a ellas una excelente oportunidad para generar una cultura orientada al bienestar de los colaboradores. La clave está en integrar un proceso permanente de involucramiento tanto de la gerencia como de los colaboradores en proyectos de mejora continua del trabajo, revalorándolo no sólo como medio para vivir y subsistir, sino también como una forma de expresión, de dignidad, así como de libertad: el trabajo da posibilidades de poder conseguir sueños, metas y objetivos en la vida, entre los cuales están el compartir y desarrollarse como persona.
Por lo pronto, sinceramente, te deseo estimado lector un año con proyectos para ser que le den sentido y significado a tu vida y a tu trabajo.
Si tu empresa busca promover una cultura de
bienestar o tú deseas emprender tu propio proceso de vida plena,
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