Lo que revela tu tablero de instrumentos
- Héctor Reyes
- 9 feb 2022
- 5 Min. de lectura

Una de las noticias importantes para este 2022 es la entrada en vigor de la actualización por parte de la OMS de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE), la cual fue presentada en mayo del 2019 a los estados miembros de las Naciones Unidas para su respaldo y adopción. En esta nueva versión, denominada CIE-11, la OMS reconoció al “burnout” como una enfermedad asociada al agotamiento mental, emocional y físico causado por el trabajo, tras décadas de estudio.
En esta ocasión estimados lectores (no pretendo excluir a nadie, sólo me apego a los criterios de la Real Academia Española en materia de lenguaje de género…), quiero referirme a un mito que recién leí en una publicación, por un lado, y escuché en una conferencia por otro lado, en el sentido de que “el objetivo (de la NOM-035) es que se proteja la salud mental de los trabajadores y que ‘saber trabajar bajo presión’ ya no sea un requisito”. Me parece que esta última afirmación requiere ser vista con un mayor detenimiento y pensamiento crítico.
Buenas y malas noticias.

Para contextualizar la relevancia del tema me gustaría empezar por algunos datos que la OMS y la OIT han obtenido de sus investigaciones alrededor de todo el planeta.
Tan sólo en el año 2016, las enfermedades y los traumatismos relacionados con el trabajo provocaron la muerte prematura de 1,9 millones de personas en todo el mundo, según las Estimaciones conjuntas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre la carga de morbilidad y traumatismos relacionados con el trabajo, 2000-2016: informe de seguimiento mundial.
A nivel mundial, las muertes relacionadas con el trabajo en función de la población se redujeron en un 14% entre 2000 y 2016. De acuerdo con el informe, esto puede deberse a la introducción de mejoras en materia de salud y seguridad en el lugar de trabajo. Sin embargo, las muertes por cardiopatías y accidentes cerebrovasculares asociados a la exposición a largas jornadas laborales aumentaron un 41% y un 19% respectivamente. Esto refleja una tendencia creciente respecto de este factor de riesgo ocupacional relativamente nuevo y psicosocial.

La mayoría de las muertes relacionadas con el trabajo se debieron a enfermedades respiratorias y cardiovasculares y de éstas, las enfermedades no transmisibles representaron el 81% de las muertes. Las principales causas de muerte fueron la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (450 000 muertes); el accidente cerebrovascular (400 000 muertes) y la cardiopatía isquémica (350 000 muertes). Los traumatismos ocupacionales causaron el 19% de las muertes (360 000 muertes). Hasta aquí, parecería ser que excluir de cualquier perfil de puesto de trabajo un requerimiento del tipo “saber trabajar bajo presión” tendría cierto sentido…
¿Cómo reconocer el síndrome del “burnout”?
La OMS especificó que el “burnout” no es una “condición médica”, y lo define como un “síndrome derivado del estrés crónico, producido específicamente en el lugar de trabajo, que no fue gestionado con éxito”. Para identificar este síndrome, especificó la OMS, hay tres características: “Sentido de agotamiento o debilidad; aumento en el aislamiento del trabajo, cinismo o sentimientos negativos relativos al trabajo; y una baja en la efectividad profesional”.
Podríamos considerar cada uno de los siguientes aspectos como un “foco de alarma” que se enciende en nuestro “tablero de instrumentos” para indicarnos qué tan lejos o tan cerca nos encontramos del burnout:

Fatiga
Fluctuaciones del estado de ánimo
Decepción
Aislamiento
Apatía y pérdida de interés
Perturbaciones del sueño
Irritabilidad
Dolores frecuentes de cabeza y espalda
Desórdenes digestivos
Disminución del deseo sexual
¿Te imaginas el deterioro a nivel cognitivo, emocional, físico y conductual al “conducir tu vehículo” con uno, dos o más de estos “foquitos” encendidos por períodos prolongados? Los riesgos de salud derivados del burnout son de alto impacto y de naturaleza muy variada y no se limitan exclusivamente a los trastornos mentales, sino también a aspectos físicos como cardiopatías, accidentes cerebrovasculares y debilitamiento del sistema inmunológico, condiciones que verdaderamente ponen en peligro la vida. Como es de esperarse, los costos del estrés crónico impactan directamente en la salud pública de estados y naciones, sin mencionar los costos para las organizaciones que gestionan pobremente las condiciones psicosociales de los centros de trabajo.
¿Qué hacer para prevenir y reducir el "burnout"?
El estrés, nos recuerda Daniel Goleman en su conocidísimo libro La Inteligencia Emocional, es la “ansiedad desproporcionada y fuera de lugar. La ansiedad – la perturbación provocada por las presiones de la vida – es tal vez la emoción con mayor peso como prueba científica al relacionarla tanto con el inicio de la enfermedad y el curso de la recuperación.” La ansiedad típicamente nos prepara para pelear o huir ante un peligro real; se vuelve exagerada o fuera de lugar cuando es producida por situaciones de la vida cotidiana con las que nos sentimos amenazados o que son evocadas por nuestra mente, más que peligros reales que debemos enfrentar.

La propuesta de eliminar como requisito “saber trabajar bajo presión” equivaldría a decretar que no hay plazos que cumplir, cuotas que alcanzar, clientes que atender, presupuestos que administrar, pacientes médicos a curar, tráfico aéreo que controlar y un larguísimo etcétera. Me parece que ignorar esta competencia laboral en los perfiles de puestos que se requiera es negar que hay personas que no solamente tienen el conocimiento y los recursos personales para enfrentar los problemas y dificultades, sino que les resulta particularmente estimulante y gratificante trabajar para lograr (o sobrepasar) una meta, resolver un problema, solucionar un conflicto así como dentro de nuestra gran diversidad como profesionistas, también hay personas con otro tipo de competencias y recursos para puestos de trabajo con diferentes requerimientos.
Bajo esta perspectiva, lo que toca hacer a los centros de trabajo es, como lo señala la NOM-035, prevenir los factores de riesgo psicosocial en el trabajo y promover un ambiente organizacional favorable.
Al mismo tiempo recordemos que ésta es una responsabilidad compartida, por lo que a los trabajadores toca generar algunas estrategias para encontrar el equilibrio entre la tensión y la relajación como:

Apoyarse con psicoterapia, que entrena al paciente y le brinda herramientas para que pueda disfrutar de otras actividades buscando un equilibrio entre la tensión y la relajación
Buscar hobbies o tareas placenteras y aprender hábitos que permitan alcanzar el bienestar
Trabajar mejor en vez de más; realizar pequeños cambios que pueden hacer el trabajo menos estresante y más eficiente
Establecer objetivos realistas, teniendo en cuenta nuestra capacidad y nuestras limitaciones
Realizar lo mismo de forma diferente, intentar huir de la rutina, ya que esto proporciona psicológicamente un mayor sentido de autonomía y de libertad personal
Tomar las cosas con más distancia, ya que el agotamiento emocional aumenta cuando se implica demasiado con la gente
Procurar no llevarse el trabajo a casa, y "desenchufarse" de los temas laborales
Acentuar los aspectos positivos. Pensar en los éxitos y gratificaciones personales que obtenemos de nuestro trabajo, así contrarrestaremos las frustraciones y los fracasos
Apoyarse en la pareja y los amigos, ya que constituyen una ayuda en la reducción de la tensión emocional
Autoanálisis. Revisa periódicamente y con detenimiento tu “tablero de instrumentos”: ¿Cuántas luces amarillas están encendidas? ¿Cuántas en ROJO?
Estimado lector, cualquier “foquito” encendido es señal de que algo no va bien. Si es tu caso, es hora de tomar medidas y buscar soluciones, por drásticas que sean. No te demores y actúa.
Si tu empresa busca promover un ambiente organizacional favorable para todos sus colaboradores o tú deseas entrenar a tu mente y tu emocionalidad, ¡Contáctanos!
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